CHEMSEX: UN RETO PARA LA PSIQUIATRÍA Y LA SALUD PÚBLICA

CHEMSEX

El uso de sustancias psicoactivas (SPA) para mantener relaciones sexuales no es un tema nuevo, sin embargo, recientemente una serie de prácticas sexuales asociadas con el uso de este tipo de tóxicos ha venido llamando la atención de los medios de comunicación, investigadores y actores de salud pública a nivel mundial: se trata del Chemsex (McCall et al, 2015). Este término derivado del inglés británico es acrónimo de las palabras “chemicals” (químicos, en alusión a las SPA) y sex (en referencia al sexo). El Chemsex es un constructo de reciente aparición en el ámbito científico definido como: “sexo entre hombres que ocurre bajo la influencia de drogas tomadas inmediatamente antes y/o durante la sesión de sexo” (Bourne et al, 2015).

Pero ¿cuáles son las raíces de este concepto?

“Chems” era un apodo comúnmente utilizado para la metanfetamina y el Gammahidroxibutirato /gammabutirolactona (GHB/GBL) por los hombres homosexuales cuando se comunicaban por teléfono o texto con sus traficantes de drogas en la última parte del siglo pasado. El GHB estaba ganando popularidad entre los aficionados a los clubes gay de la época, la metanfetamina era relativamente rara y muy cara.(Stuart, 2019).Un pequeño puñado de hombres gais consumía la anfetamina en Londres y la compraban a auxiliares de vuelo que viajaban al extranjero y la traían de San Francisco, Nueva York y Ciudad del Cabo (principalmente). “Chems” era la palabra que usaban los hombres que tenían sexo con hombres (HSH) para referirse a estas dos drogas que eran notablemente diferentes de la cocaína, el éxtasis, los poppers, la ketamina y el speed. La otra cosa que hacía diferentes a estas drogas -la metanfetamina en particular- era que desplazaba su vida social de los clubes a las saunas/baños, les mantenía unidos como un grupo de amigos y les hacía sentir que era una forma de hacer frente al estigma hacia la metanfetamina por parte de quienes no la consumían (Stuart, 2019). Se llamaban así mismos “Chemsex club”, y es así como se oían por primera vez las palabras “chems” y “sex” juntas aproximadamente en 1999, época en la que surgió “Gaydar”, un sitio de contactos sexuales y de citas para hombres gais, que empezó a fortalecer más el fenómeno naciente de ChemSex y hacerlo visible   más allá de las saunas, y de esta manera el término empezó a popularizarse en Gaydar y otras redes sociales (Stuart, 2019).Ya en el 2006, la mefedrona (una catinona) se hizo más popular en las ciudades inglesas y empezó a utilizarse en los contextos de ChemSex, ya que el efecto que producía, similar al de la anfetamina, se prestaba para el placer sexual y a la desinhibición. Es así como la mefedrona, la metanfetamina y el GHB/GBL se empezaron a llamar “drogas de ChemSex” (Smith & Tasker, 2018).No obstante, investigaciones recientes han informado el uso de otras sustancias dentro del fenómeno de chemsex como cocaína, ketamina (González-Baeza et al, 2018), “éxtasis” (Weatherburn et al, 2017), cannabis y   nitrito de amilo (“poppers”)(Deimel et al 2016), incluso fármacos para la disfunción eréctil (Melendez-Torres et al, 2017), lo cual plantea una ampliación del concepto de ChemSex. 

Algunos años más tarde, cuando se empezaron a visualizar consecuencias adversas de las prácticas de ChemSex en la población LGBT, la palabra “ChemSex” pasó del escenario recreativo y empezó a ser adoptada por profesionales sanitarios que atienden la salud de hombres homosexuales (Stuart, 2019).

Una característica clave del ChemSex son las largas sesiones sexuales y/o un gran número de participantes en los encuentros sexuales (Bourne et al, 2015), lo explica en parte, las consecuencias problemáticas de esta práctica. 

Algunas de las personas que participan en Chemsex consumen las sustancias por vía endovenosa, lo que se denomina slamsex o slamming (González-Baezaet al, 2018; Pufall et al, 2018).  Chemsexs y Slamsex pueden realizarse tanto en fiestas de sexo en casas privadas como en locales comerciales de sexo (clubs de sexo, saunas) y pueden ser fiestas de sexo en grupo (Meunier, 2014). Estos encuentros sexuales en pareja o en grupo en ocasiones son organizadas a través de aplicaciones de geolocalización para citas (por ejemplo, el Scruff o Grindr), o por invitación entre amigos o conocidos (Blomquist et al, 2020; Queiroz et al, 2019). Estas características le dan una nueva connotación al uso sexualizado de drogas.

¿Qué motiva a las personas a involucrase en el fenómeno de ChemSex? 

CHEMSEX: UN RETO PARA LA PSIQUIATRÍA Y LA SALUD PÚBLICA

Se han informado una serie de factores motivadores para participar en el ChemSex como lo son:  aumento de la libido, confianza, desinhibición y resistencia (Race et al, 2017; Weatherburn et al, 2016). Así mismo, Bourne et al. encontraron que los participantes de Chemsex manifestaron una mayor confianza y una menor duda en un contexto sexual con el uso de drogas, así como preocupaciones de la imagen corporal y, para algunos, hacer frente a un diagnóstico reciente de VIH. Además de las sensaciones físicas aumentadas, los hombres también manifestaron que el uso de sustancias les permitía tener una mayor intimidad y conexión con su pareja sexual (Bourne et al, 2014).Otras razones para participar en Chemsex son la intención de mitigar el dolor y miedo asociado a la infección por VIH, discriminación, vergüenza y homofobia internalizada (Pollard et al 2018).

¿Cuáles son los riesgos asociados a la práctica de ChemSex?

Se reconocen riesgos sustanciales para la salud sexual asociados con los comportamientos de Chemsex tales como la transmisión del VIH, la hepatitis y otras infecciones de transmisión sexual (ITS) (Curtis et al, 2019; Drückler et al, 2018). En particular, las largas sesiones sexuales, en combinación con la desinhibición, y el uso de medicamentos utilizados específicamente para la mejora sexual (como el sildenafilo y el nitrato de amilo) pueden provocar dilatación de los vasos y micro desgarros dentro del ano. Estas abrasiones a menudo sirven como punto de entrada para el VIH u otras infecciones (Buchbinder et al, 2005; Shoptaw & Reback, 2007).

Los hombres que están desinhibidos por los efectos de las sustancias también pueden correr mayores riesgos que involucran el intercambio sanguíneo o de líquidos sustanciales, y el uso de medicamentos para la disfunción eréctil (sildenafilo y otros factores químicos) aumenta la probabilidad de priapismo que, si no se trata, puede causar daños permanentes (Burnett, & Bivalacqua, 2007). Otras consideraciones de salud sexual pueden incluir implicaciones para una mayor prevalencia de ITS con el uso inapropiado de la profilaxis pre-exposición (PrEP) (Scott & Klausner, 2016), así como la posibilidad de ITS resistentes al tratamiento ya que la resistencia a los antibióticos y los antiretrovirales se convierte en una preocupación cada vez mayor en el contexto del ChemSex (Lahra et al, 2014).

Existen también riesgos sociales y para la salud mental asociados con el ChemSex como son el aislamiento social de los no consumidores de drogas, el aumento de la ansiedad y la paranoia (Herek & Garnets, 2007). Sin embargo, en la población de HSH, los efectos sobre la salud mental pueden ser más pronunciados debido a la homofobia de la comunidad general, la homofobia internalizada y el estigma asociado con las altas prevalencias de VIH dentro de la comunidad (Russell & Fish, 2016).

¿Por qué representa un reto el ChemSex para la salud pública y la Psiquiatría?

La palabra Chemsex tiene el útil propósito de identificar un conjunto único de comportamientos y circunstancias con los que los hombres gays necesitan un apoyo culturalmente específico; la palabra Chemsex ayuda a aquellos que podrían estar luchando con el ChemSex, a saber, que no están solos, que su comunidad entiende (y nombra) sus luchas, para que puedan identificarse con otros, desvergonzar la experiencia para ellos, y buscar ayuda culturalmente apropiada si es necesario. Por lo tanto, la palabra Chemsex representa una sindemia única de comportamientos y circunstancias, de modo que plantea una respuesta más compleja de la comunidad incluida los actores de la prestación de servicios de la salud (Stuart, 2019). 

En las fases iniciales de esta sindemia, las personas que practicaban ChemSex sentían que no encajaban dentro de los servicios habituales para tratar las conductas adictivas, percibían que los profesionales no estaban preparados para atender sus necesidades singulares e incluso los estigmatizaban (McCall et al, 2015). Cuando el fenómeno de ChemSex empezó a recibir apoyo social y cultural, los servicios sanitarios, los formuladores de salud pública y el gobierno se sensibilizaron con el problema  y empezaron a responder al problema con servicios de apoyo culturalmente competentes, es  decir  que  atendieran de  manera diferencial  e  incluyente las  necesidades reales  de  las personas  involucradas  en este fenómeno  (UK Drug Policy, 2017). De hecho, la identificación del ChemSex como un importante factor de riesgo en la transmisión del VIH ha ayudado a los servicios de prevención del VIH a reducir significativamente el número de nuevas infecciones por el VIH en algunas ciudades del Reino Unido.

Por lo tanto, la palabra ChemSex exige a los servicios de salud a comprender mejor un problema culturalmente único, de modo que puedan desarrollar servicios de apoyo culturalmente competentes que respondan de forma sensible y única, y ayuden a reducir los daños y las muertes en las comunidades gais (Stuart, 2019).

Carlos Arturo Cassiani Miranda

Dr. Carlos Arturo Cassiani Miranda

Médico Psiquiatra.

Magister en Drogodependencias.

Profesor asociado en la Universidad de Santander Bucaramanga y Universidad de Caldas (Colombia).

Expresidente de la Asociación Colombiana de Patología Dual

Coordinador de la RED_ESTIGMA. 

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