¿HACIA DÓNDE VA LA PSIQUIATRÍA?

¿HACIA DÓNDE VA LA PSIQUIATRÍA?

Coincidiendo con el cierre de los antiguos manicomios, a mediados de la segunda mitad del siglo XX, la psiquiatría inició otras trasformaciones que parecían ser una promesa de futuro; los avances en neuroquímica y en el estudio de la estructura y función cerebrales fueron los pilares en los que se sustentaron los nuevos conceptos sobre enfermedad mental, por lo que las causas biológicas tomaron aún más auge. Aparecieron clorpromazina e imipramina, el primer antipsicótico y antidepresivo, respectivamente, y en pocos años se desarrolló una ingente industria de medicamentos para uso psiquiátrico; la psicofarmacología comenzó a constituirse en el arma fundamental para el tratamiento de la enfermedad mental. Los estudios genéticos y la influencia de la herencia en los trastornos mentales insistían en la importancia de los fundamentos biológicos. El avance de los estudios diagnósticos por la imagen aportó conocimientos funcionales generales, pero han procurado escasa evidencia sobre la especificidad de los diferentes tipos de enfermedad mental.

Todos estos avances parece que no han logrado, de forma substancial, mejorar el conocimiento sobre las causas de la enfermedad mental y su clasificación, o mejorar los resultados en relación con la curación, o disminuir la mortalidad por enfermedad mental grave, sobre todo en lo referente a la esquizofrenia y la depresión, dos de los mayores problemas. Desafortunadamente, parece que los enfermos mentales no se han beneficiado de las mejoras que otras especialidades han procurado a sus pacientes. ¿Cual es la causa?

Posiblemente existen varias:

Comparar la psiquiatría con las otras especialidades médicas y quirúrgicas, buscando especificar diagnósticos y tratamientos, cosa que quizá no sea posible dados los conocimientos existentes por el momento sobre los circuitos neuronales, de muy difícil comprensión.

Descuidar la existencia de comorbilidades, de enorme importancia en la enfermedad mental.

Olvidar que existen grandes síndromes que es preciso conocer y diferenciar, y que existen marcadas diferencias clínicas para un único diagnóstico, como sucede, por ejemplo, con el trastorno depresivo mayor o los trastornos de la personalidad.

Olvidar la importancia que el estatus socioeconómico tiene en la enfermedad mental.

Estas consideraciones sobre la situación actual de la psiquiatría, consecuencia de cambios muy pronunciados que aparecieron en los últimos sesenta años, debe hacernos reflexionar sobre los resultados de un ingente esfuerzo investigador y económico, que aparentemente no ha logrado una rentabilidad apreciable, pero que ha iniciado un camino, antes inexistente, por el que va a desarrollarse la psiquiatría como ciencia durante los próximos años. Tratándose de una especialidad joven, es lógico que arrancar cueste más trabajo, pero eso no debe ser motivo de desánimo, sino un acicate para lograr que la psiquiatría continúe manteniendo el nivel de investigación y conocimientos alcanzados durante los últimos años, extrayendo de ellos las armas terapéuticas que nos permitan mejorar algunos aspectos prácticos aún deficitarios.

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